sábado, 16 de abril de 2011

Tu reflejo

Y te miras al espejo, y ves una adolescente inofensiva, traviesa, fea, gorda, incapaz de controlar sus impulsos, sus emociones, sus sentimientos, sus tentaciones, con ganas de dejarse llevar; con unas orejas sin pendientes, acostumbradas a escuchar discusiones, acusaciones de locura, insultos, o mal interpretaciones de una simple amistad.
Pero tú te miras al espejo, con tus ojos castaños dispuestos a inundar tus mejillas de una triste lluvia de lágrimas, y después al suelo, donde ¿qué ves? Por supuesto, nada. Ahí es donde querrías estar por un minuto. Sola, escondida entre la niebla como una niña rebelde que no quiere volver a su casa y huye. Darías lo que fuera por un día poseyendo la capacidad de poder gritar, llorar, reír o besar sus labios sin que nadie, ni siquiera él, lo supiera.
Entonces aparece esa luz tan agradable, y tú la cruzas sin miedo, y estás en casa; aquel maravilloso pisito apartado del mundo donde puedes admirar su foto mientras escuchas tu canción preferida, vuestra canción, y tomas un reconfortante chocolate caliente que te obliga a cerrar los ojos y descansar. Descansas de verdad, porque sabes que no hay prisa por despertar, que cuando abras los ojos te estarán esperando para darte un abrazo de esos que tanto añoras y un beso en la frente cargado de cariño.
Allí, en ese precioso lugar, sabes que nada ni nadie puede hacerte daño, porque  por muchos defectos que tengas, todos quieren a esa niña asustada que eres con más locura de la que posees.

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